Siendo de Europa del Este, para mi país el año 1990 había marcado el inicio del proceso de democratización y de fuertes cambios económicos y sociales, necesarios para adaptarnos a un mundo con tecnologías nuevas y mercados desconocidos para la mayoría de la población.
Nuestro sistema educativo es basado en recursos estatales y currículos reglamentados; la mayoría de las guarderías, escuelas, colegios y universidades son públicos, y las pocas entidades privadas también reciben fondos por parte del estado.
En mi zona la carrera de profesor nunca había sido ni bien remunerada ni simple de seguir, los padres y la sociedad por lo general exigiendo buenos resultados por parte de los docentes, sin ofreciéndoles recursos adecuados.
Por eso la vocación, la inventividad y las horas de trabajo invertidas en estudios individuales y en la elaboración de materiales didácticos siguen siendo decisivas en la eficiencia del proceso de enseñanza y aprendizaje, con todo que la actitud del docente como "partisano individual" en una sala “fuera de línea” ya no es la respuesta adecuada para los problemas del siglo XXI.
Reubicar el proceso de enseñanza y aprendizaje en los cuatro pilares recomendados por UNESCO es el gran desafío de los docentes de mi país, con enfoque en la recomendación de aprender a colaborar con los demás.
Las comunidades locales están apreciando los buenos resultados de las iniciativas educativas de las compañías privadas, de las organizaciones no gubernamentales y eclesiásticas, y la sociedad civil es parte de la solución por poner presión sobre los oficiales, que apoyen el proceso de modernización del nuestro sistema educativo.
En mi rol de informática y formadora estoy animando a los docentes, que participen en comunidades profesionales en línea, que desarrollen relaciones internacionales de colaboración, que compartan sus experiencias y los recursos elaborados por ellos, porque son útiles y de buena calidad, e intercambiar sus productos intelectuales potencia el futuro de más alumnos y comunidades.
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